No sé que día es oficialmente de encierro. Para unos será el primero. Otros ya estamos más entraditos.

Yo sólo sé una cosa. Necesitamos cuidar nuestras emociones. El poder de la mente es monumental. En lo particular me tengo que concentrar para controlar lo que pienso. Si me dejo llevar por la ola de información a través de los medios, ahorita estaría encerrada pero en un manicomio.

Todo lo que alimentemos a la mente, se verá reflejado en nuestras acciones. TODO. No soy psicóloga pero tampoco es física cuántica.

A lo que voy es, en mi esfuerzo por mantenerme cuerda, (pues esto apenas comienza) existe la necesidad básica de endorfinarse. No se si el término exista pero yo así lo uso.

Endorfinarse: subir el ritmo cardíaco con el único y exclusivo fin de producir endorfinas para percibir bienestar emocional.

Olvídate de cuánto tiempo hiciste en los 5k que corriste. Olvídate de cuantas pesas levantaste. Olvidaste de cuantas calorías quemaste. Lo importante es producir suficientes endorfinas para sentirte bien de la cabeza y traer buen ánimo. Pones tu música favorita, haces tu corazón latir más rápido por un rato y listo. Nadie que haga ejercicio termina de malas, triste o esperando el fin del mundo.

Hoy lo hice a manera de correr por mi casa. El aire libre ayuda enormemente. Mientras pueda darme el gusto de hacerlo con los rayos del sol en mi cara y manteniendo mi distancia a años luz de alguien más, así será. Aún y con esa distancia, hoy la gente me sonrió.

Muchas veces he salido a correr pero hoy fue diferente. El tráfico que suele hacerse en la avenida a las 9:00 am no estuvo presente. La prisa que se manifiesta en la manera de manejar de la gente, tampoco.

Todos me dieron el paso amablemente. No hubo que “jugarme” la vida cada vez que cruzaba una calle. Rutinariamente, el corredor suele levantar su mano al vehículo a manera de darle las gracias cuando se detiene para dejarlo pasar. Hoy, cada vez que yo la levanté, me regresaron el saludo amablemente. Nadie me pitó a mí ni le pitaron al buen samaritano que me dio el paso. Hoy todos tenian ganas de cooperar. Hoy la gente me sonrió. Nadie quería amargarse la mañana o amargársela a alguien más.

Lo que me llamó la atención, fue la gente que supongo hacía lo mismo que yo: endorfinarse. Unos en bicicleta, otros caminando, otros corriendo… y lo mejor fue que todos, absolutamente todos, nos sonreímos al cruzar nuestro camino. Bajar la vista o voltear para otro lado es lo común. Cada quien anda en su mundo y trae su propio ritmo. Pero hoy la gente me sonrió. Eso si, ninguno nos dimos el lujo de pasar cerca del otro. Todos mantuvimos nuestra distancia. Se puede ser consciente de la situación mientras nos animamos unos a otros. Nos dimos el thumbs up, nos reconocimos humanos, nos saludamos, nos mandamos buenas vibras de manera no verbal y seguimos nuestro camino.

Sentí la energía positiva de ser un habitante de este planeta. Con tanta noticia mala, levantémonos unos a los otros. Sonriamos, comuniquemos también paz.

Hoy la gente me sonrió. Gente que no conozco y gente que quizá no vuelva a ver… pero que tranquilidad observar caras animadas… que paz no tener que hablar para seguir con la locura que nos carcome el cerebro. La enfermedad más cruel, fuerte y matadora es la angustia.

Hoy la gente me sonrió y yo planeo hacerlo mañana y el día siguiente también. Si le quito un nanosegundo de ansiedad a alguien, bien por mi y por la gente que me incentivó a hacerlo. Voy a sonreír aunque el miedo a veces se apodere de mi o derrame bilis con personajes de autoridad en nuestro entorno. Voy a sonreír porque puedo y porque me siento moralmente responsable de hacerlo.

-T.Armenta